sábado, 27 de marzo de 2010

Y ahora... a volar!

Qué etapa más difícil cuando debemos dejar de gatear para erguirnos y empezar a andar a dos patas. Con miedo avanzamos y, aún tambaleándonos, seguimos adelante. Es el momento en el que alguien suelta nuestra mano y nos obliga a escoger: seguimos probando por nosotros mismos o lloramos por ser débiles y estar desamparados.
A lo largo y ancho de nuestra vida pasamos experiencias parecidas y una de ellas es el momento de licenciarse. El día que te dicen que ya tienes el título es cuando se rompe el cascarón y, con unas pequeñas alas y poca experiencia, debemos empezar a volar. A esto hay que sumarle lo que últimamente se ha puesto tan de moda: la generación Ni-Ni. Es algo que ya existía pero que todavía nadie le había puesto nombre. Una moda como la del bulling, el moving y similares.
La situación es la siguiente: decides ponerte a buscar trabajo –seriamente, me refiero. Se acabaron los contratos temporales, de dependienta o camarera y los sustituyes por aspirar a cubrir bajas, el temido “por obra y servicio” y para ti se terminan las fiestas de guardar. Pero, hasta cuándo? Al poco tiempo, el desánimo se apodera de nuestra paciencia y pretendemos aspirar a algo más que “el/la de las sustituciones”. Te marcas una meta al empezar y acabas aceptando cualquier cosa. Llevándolo a un caso práctico, aspiras a presentar las noticias del canal nacional y terminas conduciendo un programa de “destape la caja” (sin ánimo de ofender, que la cosa está muy mal).
Un año después nos reunimos los compañeros de promoción y allí es dónde sale el meollo de estas letras. Empiezas a pasar lista y te enteras de que una se ha ido a vivir al extranjero, el otro es monitor de niños, la otra se ha puesto a estudiar otra carrera, el otro ha tenido la suerte de estar en el momento adecuado y en el sitio preciso y ha empalmado con las prácticas (pero admite que no ve compensado el esfuerzo), una ha desistido en la búsqueda dentro del sector y se ha pasado a la venta de calzado,… y a cual mejor.
Ante tal éxito laboral, recemos para que la próxima vez que nos reunamos no hayamos que lamentar bajas por depresión, alcoholismo o docencia, con todo el cariño a los profesores y catedráticos que me han parido.
Pero todo esto no ha sido en vano. Hemos extraído una conclusión, y que nos sirva a todos de moraleja para futuras oportunidades laborales: no importa si eres bueno en lo que te quieras dedicar, sólo hay que ser suertudo, a partir de entonces ya tendrás tiempo de demostrar si el que te seleccionó ha acertado en su decisión o no. Como integrante de la generación Ni-Ni, sinceramente, prefiero dejar mi incompetencia en manos de otros.

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